Un informe
documenta abusos a menores en centros católicos de Escocia durante más de 60
años
El
Tayacán 12/10/2018
El grado de sadismo relatado en el
informe preliminar de Lady Anne Smith, magistrada del Tribunal Supremo de
Escocia, sobre las prácticas de dos instituciones católicas, ya clausuradas,
para niños durante décadas resulta estremecedor. Se describen abusos físicos y
sexuales por parte de sacerdotes y religiosas, que incluían palizas con
crucifijos o el uso de correas para perros.
El informe es parte de una
investigación más amplia emprendida por el Gobierno escocés —Investigación
sobre el Abuso Infantil en Escocia—. Su misión es determinar “la extensión y la
naturaleza de los abusos infantiles en los centros para menores de Escocia
durante el periodo a que alcance la memoria de las personas que están aún vivas
y hasta el 17 de diciembre de 2014, para crear un archivo público nacional
sobre el abuso infantil durante este tiempo”.
Los hechos relatados hacen
referencia a dos instituciones concretas, ambas pertenecientes a la
congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl: el Orfanato de
Smyllum Park, en la localidad de Lanark, y el Hogar Infantil Bellevue, cerca de
Glasgow.
En un comunicado remitido por
correo electrónico, las Hijas de la Caridad describen las conclusiones
preliminares de la investigación como “acontecimientos y prácticas que chocan
frontalmente con los valores fundamentales que sustentan nuestra vida y nuestra
misión. Ofrecemos sinceramente y de todo corazón nuestras disculpas a todos los
que hayan sufrido abusos bajo nuestros cuidados”.
El informe describe como se “abusó
emocionalmente de los niños de diferentes modos. Fueron frecuentemente
humillados, controlados, insultados. Se les hacía sentir inútiles, se les
denigraba y se les sometía a castigos totalmente injustificados”. El abuso
emocional se veía exacerbado por la falta de apoyo familiar: los hermanos eran
separados rutinariamente, a los niños se les decía que su familia ya no existía
y se desalentaban las visitas de allegados (algunos familiares fueron echados
del recinto), relata el documento.
Además de las agresiones físicas,
“se abusó sexualmente de menores en Smyllum y en San Vicente de Paúl, en la
localidad de Newcastle, un hogar regentado por la Orden en nombre de la Diócesis
de Hexham. Los niños sufrieron abusos de sacerdotes, seminaristas, monjas,
empleados y hasta voluntarios. Incluso surgieron comportamientos sexuales
problemáticos por parte de otros niños”.
Investigación del Abuso Infantil en
Escocia se puso en marcha hace tres años y examina casos y acusaciones que
afectan a casi noventa instituciones, la mayoría de ellas pertenecientes a la
Iglesia Católica.
“Para muchos de los niños que
estaban en estos centros, los hogares eran lugares de miedo, control
coercitivo, amenazas, disciplina excesiva y abuso emocional, físico y sexual,
donde no encontraron amor, compasión, dignidad ni consuelo”, señala la
magistrada Smith. Para los menores las palizas se convirtieron en un aspecto
normal de su vida cotidiana.
Bellevue fue cerrado en 1961.
Smyllum Park se mantuvo abierto hasta 1981. Hace dos meses, la policía arrestó
y acusó a once mujeres y a un hombre, todos ellos presuntamente implicados en
el abuso de menores en Smyllum.
Alimentados
a la fuerza
La humillación y malos tratos a los
menores acogidos en Smyllum se extendía a lo largo del día y cubría todas las
actividades del centro. La comida no era una excepción. El plato más habitual
eran las gachas de avena, detestadas en el recuerdo de muchos testigos, que las
recuerdan “grumosas e insípidas".
Las monjas y los empleados del
centro forzaban a los niños a tragarlas violentamente, y “seguían haciéndolo
incluso cuando el menor lo estaba vomitando”, relata el informe. “Si no te
comías las gachas, venían a por ti, por detrás, y te agarraban del pelo o de la
barbilla”, relata una de las víctimas bajo el nombre de Fergie.
“Te metían la comida a la fuerza en
la boca. Apretabas los dientes , pero aun así nos tapaban la nariz para
obligarnos a abrirla”. Y si todo eso no bastaba, los menores acababan
recibiendo la correspondiente paliza. Por eso, cuenta la autora del documento ,
muchos de ellos aprendieron a esconder la comida en macetas, en sus bolsillos o
en sus mangas. “Todo esto ocurrió, y fue un claro abuso físico y, en algún
sentido, emocional”, concluye Lady Anne Smith.
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