Periodismo y tolerancia
El Tayacan
24/09/2018
En Nicaragua tenemos un periodismo que puede decir y dice lo que quiera.
No hay límites, no hay frenos ni obstáculos para que cada periodista y cada
ciudadano diga lo que quiera, de la forma que quiera y con toda la libertad que
quiera porque no hay censura y porque no hay medios cerrados y eso es un
importantísimo avance de la de la tolerancia como base fundamental de la
democracia.
Hay quienes desde un interés profundamente político quieren debatir
sobre la existencia o no de la libertad de expresión, pero francamente no hay
espacio para ello porque aquí, en esa materia, habitamos el reino del
libertinaje donde periodistas y opinólogos dicen hasta lo irrepetible contra
quienes quieran si el objetivo, más que un adversario, es visto como un enemigo
al que se acabar si este piensa diferente a quien le ataca.
Desprendido de ese absurdo debate algunos periodistas que pregonan ser
“independientes” y se auto llaman “democráticos” se han dado a la tarea de
considerarse más que aquellos a los que llaman oficialistas y que desde la
óptica, de su nunca conferido rol de jueces, dejan de ser periodistas porque no
publican las pestes, los hedores, las fatalidades y el apocalipsis al que nos
tienen acostumbrados Radio Corporación y La Prensa como vanguardia de otros no
menos peores.
En el periodismo contemporáneo hay evidentes líneas que son muy
distintas unas de otras. Sin embargo la contra posición editorial no representa
de ninguna manera que se deba calificar al colega periodista de bueno o malo,
de independiente u oficialista, de demócrata o progobiernista porque lo que
hacemos inmediatamente es negar la esencia de una democracia que gracias a Dios
nos permite tener de Nicaragua dos visiones propuestas a un pueblo que no
necesita de políticos para determinar lo que realmente le conviene al país y
quien desde las diferentes posiciones conocidas se acerca más a la realidad.
Hay quienes al abordarme me preguntan que por qué yo no hablo nunca de
las cosas malas que hace el gobierno, entendiendo por “cosas malas” decir que
esto es una dictadura, que aquí nada sirve, que aquí no hay democracia, que los
empresarios están ahora del lado correcto, que los trabajadores por no
protestar están domesticados, que el pueblo está cañoneado, que el ejército y
la policía están sometidos, que los poderes del estado no son independientes y
otras cosas que obedecen a un cliché político que repiten en ráfaga para proyectar
la imagen de la más rancia fatalidad.
Otros se me han acercado para decirme que vuelva al “periodismo bueno”
entendiendo por periodismo bueno al que proclama la extinción del sandinismo;
el que decía que el liberalismo era una maquinaria de hacer votos; el que
aseguraba que el PLC era la locomotora y los demás vagones; el que imponía que
la democracia era solo para aquellos que no pertenecíamos al FSLN y que en la
misma tonalidad del buen periodismo yo debía estar apoyando hoy a la oposición
actual para decir de ella que es poderosa, que arrastra multitudes, que sus
líderes son inmaculados y que los Estados Unidos son los mejores aliados de los
falsos libertadores porque aprobarán la Nica-Act, que ampliarán la Ley
Magnitsky y que con ello la “democracia” vuelve al poder.
Estas cosas cuando se comentan parecen locuras, propias de otro planeta,
pero son derivaciones de la intolerancia y de la negación a ubicarnos en el
tiempo que vivimos hoy y no ayer. Cada periodista tiene una responsabilidad con
el medio al que sirve y por mucho que diga no puede ser independiente de lo que
sus jefes, propietarios y editores del medio, le ordenen sobre el manejo de la
noticia que sí o sí debe obedecer a la línea editorial de la empresa para la
cual trabaja, y eso equivale a decir que si el gobernante está haciendo cosas
buenas pues hay que pintarlas como malas; si el país avanza hay que decir que
retrocede; si el mundo dice que Nicaragua es un ejemplo para otras naciones
pues hay que decir que quienes así lo afirman no viven aquí; si hay democracia
poner que hay dictadura; si la oposición pierde elecciones que hay fraude; si
socialmente el pueblo se siente correspondido que lo que existe es populismo y
así muchas otras cosas más que conducen a la negación de todo.
Por eso mismo, si ellos tienen derecho a pintar de negro al país hay
otros que tenemos derecho a pintarlo de blanco, a quererlo estable, en paz y
con abundante seguridad; a ser consecuentes con la alegría que representa una
convivencia distinta a la del pasado y a ser parte del crecimiento y desarrollo
del país saludando y alentando la reparación y construcción de nuevas
carreteras, hospitales, escuelas, comunicaciones, electricidad y pozos de agua;
estimulando el desarrollo económico que permita a través de la inversión que
genere empleo la industrialización, la expansión del comercio, el turismo, la
edificación de nuevos centros comerciales, parques y estructuras deportivas, es
decir, todo lo que se venía haciendo hasta antes del 18 de abril.
No quiero decir con ello que al nicaragüense no le interese el tema
político pero los políticos de hoy, esos que hacen de los que se auto llaman
“periodistas democráticos” una escalera para subir y perfilarse para su propio
beneficio, no ofrecen absolutamente nada al elector que no sean malos ejemplos,
porque mientras hablan de unidad se desbaratan entre ellos mismos, hablan de
relevos y no dejan que suban otros, hablan de tolerancia y no se soportan unos
a otros, dicen que el pueblo está con ellos y sus piquetes de diluyen cada día
más, te hablan de nuevas opciones y se fundan y refundan en diferentes siglas
pero siendo todos los mismos rostros de siempre arrugados y expuestos como
fotos amarillentas carcomidos por cucarachas chinas; te hablan de respeto a la
bandera y regalan la patria al interventor y al invasor que históricamente es
el mismo.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.
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