“AQUEL
AMIGO”: Homenaje de Pablo Neruda al general de hombres libres
El Tayacan 24/09/2018
“…el yanqui no esperó lo que
pasaba:
se vestía muy bien para la
guerra
brillaban sus zapatos y sus
armas
pero por experiencia supo
pronto
quiénes eran Sandino y
Nicaragua…”
(Pablo Neruda, Canción de
Gesta, 1960)
Un día como hoy de 1973,
falleció en Chile el Premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda, poeta y
comunista militante. Doce días después del golpe de Estado de Pinochet y la
muerte de su amigo, el Presidente socialista Salvador Allende en el Palacio de
la Moneda. Una semana después del atroz asesinato del cantautor Víctor Jara.
Falleció en una clínica de
Santiago, justo un día antes de viajar a México, donde iba a liderar y
organizar desde ese país la oposición a Pinochet. La versión oficialista
atribuyó su fallecimiento a un cáncer de próstata, sin embargo los
descendientes del poeta tienen razones para sospechar que esta no fue la causa
de su muerte.
De hecho, Neruda había sido
Embajador de Chile en Francia y había decidido tomar cartas en el asunto,
habiendo visto las atrocidades y asesinatos cometidos por el régimen de
Pinochet en los primeros días del golpe de estado.
45 años después, los descendientes
del poeta están exigiendo al Estado chileno los pagos a los laboratorios
internacionales que serán encargados de establecer si el poeta murió envenenado
por agentes del dictador Augusto Pinochet.
Neruda fue enterrado rodeado
de soldados con el silencio del pueblo chileno, que gritó al mundo su dolor. Su
casa fue saqueada y sus libros quemados.
Pablo Neruda es considerado el
poeta más grande del siglo XX. Sus versos dejaron una huella imborrable en
América Latina y el mundo. Hoy lo recordamos con un poema dedicado al General
Augusto C. Sandino, porque estos versos nos recuerdan la lucha del poeta chileno
contra la opresión de los pueblos y su derecho a la libertad y
autodeterminación.
AQUEL AMIGO
Después Sandino atravesó la
selva y despeñó su pólvora sagrada contra marinerías bandoleras
en Nueva York crecidas y
pagadas: ardió
la tierra, resonó el
follaje:
el yanqui no esperó lo que
pasaba: se
vestía muy bien para la
guerra brillaban
sus zapatos y sus armas pero
por
experiencia supo pronto
quiénes eran
Sandino y Nicaragua: todo
era tumba de
ladrones rubios: el aire, el
árbol, el
camino, el agua, surgían
guerrilleros de
Sandino hasta del whisky que
se
destapaban y enfermaban de
muerte
repentina los gloriosos
guerreros de
Luisiana acostumbrados a
colgar los
negros mostrando valentía
sobrehumana:
dos mil encapuchados ocupados
en un negro, una soga y una
rama. Aquí
eran diferentes los
negocios:
Sandino acometía y esperaba,
Sandino era la noche que
venía
y era la luz del mar que los
mataba,
Sandino era una torre con
banderas,
Sandino era un fusil con
esperanzas.
Eran muy diferentes las
lecciones,
en West Point era limpia la
enseñanza:
nunca les enseñaron en la
escuela
que podía morir el que
mataba:
los norteamericanos no
aprendieron
que amamos nuestra pobre
tierra amada
y que defenderemos las
banderas
que con dolor y amor fueron
creadas.
Si no aprendieron esto en
Filadelfia
lo supieron con sangre en
Nicaragua:
allí esperaba el capitán del
pueblo:
Augusto C. Sandino se
llamaba.
Y en este canto quedará su
nombre
estupendo como una llamarada
para que nos dé luz y nos dé
fuego
en la continuación de sus
batallas.
Pablo Neruda. Canción de
Gesta. 1960
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